Distintivos

Los siguientes distintivos expresan nuestras convicciones y peculiaridades, muchos de ellos siendo un resumen de la Confesión de Londres de 1689, la cual suscribimos sustancialmente. Tanto estos distintivos como la Confesión de Londres son documentos subordinados a las Escrituras y por tanto son corregibles a la luz de la Palabra de Dios.

SOMOS CRISTIANOS EVANGÉLICOS y proclamamos el Evangelio de salvación solo por la Gracia de Dios, solo mediante la fe y solo en la Obra de Cristo. Creemos que los pecadores que ponen su fe en Cristo son completa y finalmente justificados, de manera que no les es requerida una obediencia adicional para mantener esa justificación (Efesios 2:8-9; 1 Corintios 15:3ss; Romanos 3:21-26). Suscribimos por tanto las máximas de la Reforma Protestante:

  • Sola Scriptura (Solo las Escrituras son nuestra norma de fe y práctica)
  • Sola Gratia (Solo por Gracia obtenemos la salvación)
  • Sola Fide (somos salvos Solo mediante la Fe)
  • Solus Christus (Solo mediante la Persona y la Obra de Cristo)
  • Soli Deo Gloria (Tan solo a Dios damos Gloria).

Somos Evangélicos porque creemos en el mensaje de los Evangelios, los cuales nos hacen saber de la mala noticia del pecado y sus consecuencias, y de la buena noticia de la Salvación en Cristo por medio de la fe.Así mismo, y tal como nuestro nombre expresa, somos Bautistas Reformados y CREEMOS EN LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA de Dios, y en los siguientes 10 distintivos doctrinales y prácticos que dan su carácter a esta iglesia local.

Estamos convencidos de que Dios es Soberano sobre todas las cosas, y así mismo Dios es soberano en la Obra de la Salvación. Él nos escogió desde antes de la fundación del mundo tan solo en base a Su Gracia (Efesios 1:4, 11). Cristo vino al mundo para salvar a aquellos que el Padre escogió para que creyesen en Él (Juan 10:11; Efesios 5:25; Apocalipsis 5:9).
Nosotros, por naturaleza, estábamos totalmente perdidos y corrompidos, muertos en nuestros delitos y pecados, incapaces de responder al llamado de Dios, y jamás hubiésemos buscado a Dios si Él no nos hubiera alcanzado y atraído hacia Él con su Gracia irresistible (Romanos 3:10ss; 8:7-8; Juan 6:37, 44; 10:27-29).
También creemos que las personas son completamente responsables de las decisiones que toman. El Evangelio es libremente ofrecido a todos y Dios desea que todos procedan al arrepentimiento. Cualquiera que cree en el Señor Jesucristo será salvo (Romanos 10:9-13; Hechos 16:30-3). La relación entre la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre es un misterio para criaturas limitadas como nosotros, pero ambas verdades son enseñadas en las Escrituras y nosotros las creemos y enseñamos.

Creemos que Dios diseñó al hombre y a la mujer con aptitudes y roles diferentes, iguales en valor ante él pero diferentes en funciones y responsabilidades. Entre estas funciones Dios demanda del varón que ejerza un liderazgo bíblico, sacrificial y amoroso tanto en el hogar como en el seno de la iglesia, y de la mujer que sea ayuda idónea para él y respete el liderazgo de su esposo (Efesios 5:21-33; 1 Timoteo 2:8-15).
Sostenemos pues una visión complementaria de la relación matrimonial en contraste con el igualitarismo actual. Disentimos con el machismo así como con las reivindicaciones feministas dentro y fuera de la iglesia, confiados de que el diseño original de Dios es lo que la familia cristiana y la iglesia del Señor necesitan.
Así mismo, creemos que Dios ha dado a varones cualificados la responsabilidad de liderar Su Iglesia. Creemos que tan solo hay dos oficios en la iglesia — el de anciano (también llamado pastor o presbítero) y el de diácono. Los ancianos centran su labor en el ministerio de la Palabra, el pastoreo, el gobierno de la iglesia y la oración. Mientras que cada miembro del Presbiterio tiene unos dones y habilidades específicos, ninguno de ellos es mayor que los demás en autoridad. Los diáconos a su vez son de ayuda a los ancianos y su ministerio se centra principalmente en la administración de los bienes de la iglesia, la caridad, las finanzas y la logística.
Creemos que tanto las Sagradas Escrituras como la práctica de la iglesia primitiva nos enseñan que varios pastores así como varios diáconos son los que deben ministrar en cada iglesia local. Afirmamos también la enseñanza bíblica de que no le es lícito a la mujer enseñar o ejercer autoridad sobre el varón en la iglesia (1 Pedro 5:1-5; Hebreos 13:17; Hechos 6:1-6; 10:17, 28; 1 Timoteo 3:1-7; 3:8-13; 2:11-12).

Reconocemos la suprema autoridad de las Santas Escrituras. Creemos que la Biblia, tal como fue originalmente escrita en Hebreo, Arameo y Griego, es la única Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, inerrante, infalible y máxima autoridad para el creyente de todos los tiempos, para todas las áreas de su vida y único fundamento de la iglesia del Señor Jesucristo (2 Timoteo 3:16-17; Efesios 2:20). Creemos también que las Escrituras son suficientes para el caminar cristiano del creyente, pues le proveen de todo lo necesario para la vida y la piedad (2 Pedro 1:21).
Las respuestas a las preguntas más profundas del hombre están contenidas en las Escrituras, no en las religiones o filosofías humanas (Colosenses 2:8-9).
Creemos por tanto en la preeminencia de la predicación de la Palabra de Dios, la cual tiene un lugar principal en todos nuestros cultos. Nuestra norma suele ser la predicación expositiva y consecutiva, en la cual se predica un libro de la Biblia de principio a fin. Este método de predicación permite al texto determinar su propósito, no al predicador, y da al ministerio de la predicación un equilibrio bíblico. Este método de predicación también da la oportunidad a toda la congregación de ser expuesta a “todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27), escuchando cómo los libros de la Biblia son predicados de forma sistemática para el crecimiento espiritual de la iglesia (2 Timoteo 4:2-4).
Creemos en una predicación cristocéntrica, en la cual Cristo y su Evangelio es expuesto partiendo de cualquier rincón de las Escrituras, pues todas ellas hablan de Él y de su Obra salvadora (Lucas 24:27).

Creemos que el Espíritu de Dios, la tercera persona de la Trinidad, fue enviado por el Padre y por el Hijo para convencernos de pecado, consolarnos en nuestras aflicciones, y guiarnos a la verdad de Cristo para Su gloria (Juan 16:1-15).
Creemos que el Señor Jesucristo es nuestro único Sumo Sacerdote, por quien tenemos acceso gratuito al Padre y quien intercede por nosotros delante del Trono de la Gracia. No hay otro mediador entre Dios y los hombres, ni humano ni celestial, sino solo Cristo. Por los méritos de Cristo los creyentes somos hechos sacerdotes, dándonos Él entrada a la presencia del Padre guiados por el Espíritu Santo.
Creemos pues que cada cristiano tiene la facultad otorgada por Cristo de leer y entender las Escrituras, de crecer en santidad y obediencia, y de orar a Dios sin otro intermediario que el Nombre y los méritos de Cristo (1 Timoteo 2:5; Hebreos 12:24).
Creemos también que cada creyente ha recibido unos dones de parte de Dios y a través del Espíritu Santo, y que debiera ejercitarlos sirviendo a la Iglesia del Señor Jesucristo. Es nuestro deseo como iglesia equipar a cada uno de nuestros miembros para servir mejor con sus dones, estableciendo nuevos ministerios según las necesidades de la iglesia y procurando el crecimiento como cuerpo de Cristo (1 Pedro 4:10-11, 2:9; 1 Corintios 14:26; Efesios 4:11-13; 5:19; Colosenses 3:16; 2 Timoteo 2:2).

Creemos que Cristo entregó su vida por un número definido de personas, de todos los pueblos, naciones, épocas y lenguas, que son la Iglesia Universal. Este gran número de creyentes que forman la Iglesia, la Esposa de Cristo, se congregan en iglesias locales, las cuales Dios tiene como responsables de preservar y predicar la verdad revelada (Apocalipsis 2 y 3).
La unidad y la fraternidad entre iglesias dependerán pues de su compromiso con la verdad bíblica. Como iglesia local procuramos estrechar vínculos con otras iglesias locales de convicciones similares a las nuestras y disentimos profundamente con el movimiento ecuménico en boga.
Creemos en la unidad de todos los creyentes en Cristo y en la verdad de la Palabra y en el llamado de todo cristiano a vivir en este mundo sin pertenecer al mundo, como extranjeros y peregrinos (Juan 17:20-21: 2 Juan 9-11).

Creemos que el matrimonio y la familia fueron instituidos por Dios. Según su diseño Dios creó al hombre y a la mujer, a Adán y a Eva, inaugurando la institución del matrimonio.

Creemos, pues, que el hombre ha de hallar el apoyo, la ayuda, la compañía y la intimidad sexual exclusivamente en su esposa, y la esposa en su marido; ambos, regalos de Dios el uno para el otro. «Cualquiera que se confiese cristiano y continúe practicando pecados como los descritos en 1 Corintios 6:9-11, no puede formar parte de esta comunidad de cristianos pues creemos que éstas son prácticas claramente condenadas en las Escrituras.

Así mismo creemos que al cristiano solo le es lícito tomar por cónyuge a un cristiano cuyo nuevo nacimiento, servicio al Señor y fidelidad a la Palabra sean evidentes (2 Corintios 6:14-15). Así mismo, queremos formar a los esposos para que sean los líderes espirituales que deben ser en sus hogares y queremos ayudar a los padres a que ejerzan la responsabilidad de criar a sus hijos bíblicamente enseñándoles la fe (Deuteronomio 6).

Creemos que las familias han de asistir juntas a nuestras reuniones y, según las posibilidades de la iglesia, se ofrecerán clases de Escuela Dominical por edades. También esta iglesia fomentará los encuentros de jóvenes, matrimonios y demás colectivos que puedan repercutir en un crecimiento espiritual de la familia en su conjunto (Salmo 127:3-5; Efesios 5:25-6:4). De igual forma se fomentará el estudio de la Palabra en los hogares, la oración y el culto familiar como instrumentos indispensables para el buen crecimiento espiritual de la familia cristiana.

Todos los cristianos sufren de algún modo las consecuencias del pecado sobre sus vidas y relaciones, ya sea causa del pecado original, del propio o del pecado cometido por otros (Romanos 3:23; 7:7-25). Cuando el creyente se ve incapaz de vencer su propio pecado o superar sus dificultades por sus propios esfuerzos, Dios desea que busque dirección y consuelo en otros miembros del cuerpo de Cristo y en especial en los pastores, quienes tienen la responsabilidad de proveer consejería pastoral y supervisión (Romanos 15:14; Gálatas 6:1-2; Colosenses 3:16; 2 Timoteo 2:15-26; 2 Timoteo 3:16-5:2; Hebreos 10:24-25; 13:17; Santiago 5:16). Por tanto, nuestra iglesia promueve y practica la consejería bíblica entre cristianos, y en especial la consejería de parte de los pastores. La consejería que practicamos se basa exclusivamente en principios bíblicos, y no en las filosofías psicológicas del mundo.

Creemos que cada cristiano debe pertenecer a una iglesia local, en la cual sirve y es servido, sujetándose a sus líderes y creciendo en la fe.
Creemos en la membresía de iglesia y el bautismo de los creyentes. El bautismo es símbolo de la unión del creyente con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección y creemos que solo es apropiado aplicarlo sobre aquellos que profesan fe en Cristo.
Practicamos, pues, el bautismo de creyentes –somos credo baptistas- mediante inmersión, sea cual fuere su edad o condición. (Mateo 3:13-17; Marcos 1:10; Hechos 8:36-40; Romanos 6:3-4).
El bautismo testifica del nuevo nacimiento producido en el cristiano, expresa la esperanza de una futura resurrección en la carne y da fe del compromiso de servicio y entrega que el creyente adopta con el Señor. El Señor Jesucristo quiere que cada iglesia local se mantenga pura de todo pecado, error y división.
Como congregación local creemos en la disciplina de iglesia que ha de ser aplicada según se describe en la Palabra (1 Corintios 5:1-13; 2 Tesalonicenses 3:14-15; Tito 3:10). Son motivos principales de disciplina el persistir en conductas inmorales, en herejías contrarias a las Escrituras, y en un espíritu de murmuración y división. Es responsabilidad de los pastores delante de Dios aplicar dicha disciplina cuando fuere necesaria y es responsabilidad de la iglesia respaldar a sus pastores en este proceso con el fin de restaurar al hermano (Mateo 18:15-18).

El Señor Jesucristo se halla hoy sentado a la diestra del Padre y presente en medio de su Iglesia por medio de su Espíritu.
Creemos también que Dios ha señalado un día en el cual el Señor Jesucristo volverá de forma visible, en gloria, para juzgar en justicia a los vivos y a los muertos. Los incrédulos serán resucitados, juzgados y lanzados al infierno, para experimentar una separación eterna de Dios.
Los creyentes serán resucitados y glorificados en sus cuerpos para una vida eterna en plenitud de gozo en la presencia de Dios. Vivimos, pues, a la luz de la bendita esperanza del Día Final, la cual nos conforta en las aflicciones y nos mueve a la santidad. (Mateo 24:36, 25:31; Juan 5:28, 29; Marcos 13:26, 27; Romanos 8:18; 2 Tesalonicenses 1:7-10; Apocalipsis 21:8).